viernes, 3 de diciembre de 2010

Primeras páginas: Tokio









11 de noviembre de 2010

Voy en el tren hasta Utsunomiya y allí cambiaré para llegar hasta Nikko para ver los templos. Es mi tercer día aquí y me alegra ver que muchas cosas son tal y cómo las esperaba. Me alegra aun más ver que muchas más tienen poco que ver con lo que había imaginado. Si la imaginación llegara a todos los rincones, viajar no tendría mucho sentido.
Es difícil imaginar un olor o una canción que nunca hemos escuchado. Puedes fantasear con quiénes te encontrarás con el camino, pero las reacciones de quienes finalmente te encuentras siempre te sorprenden. Casi todo es distinto. Los sabores que en España dicen japoneses nada tienen que ver con los de aquí. Los sonidos son menos estridentes que los que cabría esperar en una ciudad como Tokio.

Tokio es como una máquina que fluye en lugar de avanzar a un ritmo mecánico. Parece moverse por impulsos eléctricos siguiendo las indicaciones de los letreros de neón. Susana lo llama Matrix y tiene razón. Tal vez la ciudad se desvanecería si despertaran todos los que cabecean en los trenes, en los metros y en los bares que no parecen bares.

Me impresiona ver las luces, las pantallas gigantes y las pizarras cuyas letras de colores fingen parpadear en la noche gracias a un truco de iluminación. Sin embargo, es tan sólo una impresión breve a la que uno se acostumbra rápidamente. Hay otras impresiones más profundas.

Pasear por el parque del emperador ha sido como caminar hacia atrás. Piensas que tus pies están pisando el mismo suelo que los de otros que cambiaron un pedazo de historia. Entonces te das cuenta de que, a pesar del halo legendario que da a algunos lugares el paso del tiempo y la tendencia de la memoria colectiva a engrandecer el pasado, los que estuvieron allí también fueron humanos. Eso les hace más fascinantes.

Los templos de Tokio no me dejaron tanto esa sensación, pero visitarlos mereció la pena. Creo que formarán parte de los momentos que parecen leves cuando los vives y que después vuelven con fuerza multiplicada. Ahora voy a Nikko y estoy segura de que en algún momento tendré que contener la respiración.

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